Sistemas de alerta temprana y cronobiología escolar: dos enfoques para mejorar las trayectorias y el bienestar estudiantil

De acuerdo con el profesor Lucas Luchilo, director de la Escuela de Educación y Desarrollo Humano remarcó: “La reflexión sobre las distintas dimensiones de la relación entre el tiempo y la gestión escolar es de particular interés para los estudiantes de gestión educativa. Las jornadas abordan estas relaciones a partir de cuatro temas: el uso del tiempo, la jornada escolar, el currículum y el tiempo, y la gestión del tiempo de los directivos”. El primer encuentro estuvo dedicado a analizar los dos primeros temas, poniendo especial atención en cómo la evidencia puede contribuir a mejorar la permanencia y el bienestar de los estudiantes de nivel secundario.

La actividad reunió a dos especialistas: Juan Xanthopoulos, coordinador del Programa de Educación de CIPPEC, y Daniel Gabaldón Estevan, investigador de la Universidad de Valencia. Ambos expusieron experiencias y estudios recientes sobre sistemas de alerta temprana y cronobiología escolar, dos herramientas que apuntan a una misma meta: que más jóvenes aprendan, egresen y se desarrollen en mejores condiciones.

Xanthopoulos explicó que, aunque la secundaria es obligatoria en la Argentina desde 2006, persisten brechas en la finalización según el nivel socioeconómico. El abandono no ocurre de un día para otro, sino como parte de un proceso que puede anticiparse observando ciertos indicadores, como las inasistencias reiteradas, el bajo rendimiento o la desvinculación con la escuela. En ese contexto, los Sistemas de Alerta Temprana (SAT) permiten identificar a tiempo a los estudiantes en riesgo y orientar intervenciones para sostener sus trayectorias.

Estos sistemas se apoyan en información nominal y en variables de desempeño escolar. Según explicó el especialista, su funcionamiento combina registro de datos, estimación de riesgo, envío de alertas y seguimiento de casos, con una participación activa de los equipos escolares. Hoy, tres provincias ya implementan SAT, cinco están en desarrollo y nueve trabajan junto al Ministerio de Educación nacional para sumar un módulo de alerta dentro del Sistema de Gestión Educativa. Los principales desafíos son asegurar la calidad de los datos, coordinar acciones entre áreas y fortalecer la apropiación de la herramienta por parte de las escuelas.

En la segunda parte del encuentro, Daniel Gabaldón abordó la relación entre cronobiología y jornada escolar. Explicó que cada persona responde a distintos ritmos internos —biológico, solar, metabólico y social— y que cuando los horarios de la escuela no se ajustan al reloj interno de los estudiantes, se genera una desincronización o “jetlag social”. En la adolescencia, el sueño tiende a retrasarse, por lo que los horarios muy tempranos afectan la atención, la memoria y la regulación emocional.

Gabaldón compartió evidencia que muestra cómo el descanso adecuado mejora entre un 20 y 40% la capacidad de recordar lo aprendido, mientras que la falta de sueño aumenta el cansancio, la irritabilidad y la distracción en clase. En los niños, el agotamiento puede manifestarse con hiperactividad, lo que también interfiere con el aprendizaje. Además, los estudios recientes señalan diferencias en el rendimiento y los hábitos de salud según el tipo de jornada —partida o continua—, el sexo y la edad.

El investigador destacó la importancia de alinear los horarios escolares con las necesidades biológicas de cada grupo etario, garantizar horas suficientes de sueño, organizar los tiempos de comida y generar espacios vespertinos para el deporte y la vida social.

El encuentro dejó una conclusión clara: las decisiones educativas deben basarse en evidencia. Incorporar tecnologías que anticipen riesgos y diseñar escuelas que respeten los ritmos biológicos de sus estudiantes son dos caminos que convergen en un mismo objetivo, mejorar las condiciones para aprender, permanecer y egresar en tiempo y forma.